F.A.Q (Preguntas Frecuentes)

El barco del capitán Jügram se encontraba surcando los Blue en ese momento. El viejo líder de cabellera blanca, quien en el pasado había apostado por un pequeño joven prospecto para educarlo bajo el status quo de la marina, conversaba con su ya adiestrado pupilo en el despacho principal. Vykos y él platicaban, cara a cara, sobre la situación actual de la marina, el cómo se traducía el férreo control de Adán sobre los agentes externos del gobierno mundial y el cómo resultaría esto en un futuro, teniendo cuenta la aparente ─aunque alarmante─ ausencia de piratas de renombre y el extinto avanzar del una vez llamado movimiento Revolucionario. El tema era sin duda alguna tan complejo y controversial como pocos y fue sólo hasta entonces que ambos pudieron conversarlo apropiadamente, siendo que el propio Vykos ya había concluido su adiestramiento y el viejo Jügram ya no tenía nada más que enseñarle. Lo que vendría después para él dependería totalmente de sí mismo. De cualquier forma, el debate se terminó viendo interrumpido por la intervención de un iniciado recluta que se adentró en la habitación como alma que lleva al diablo. Tanto el capitán como el joven Kimura voltearon con poco interés y soltaron una mirada furtiva que significaría sólo una cosa: puedes hablar. El hombre parecía nervioso, inseguro, y Vykos no pudo evitar verse a sí mismo en el muchacho. Él una vez fue un novato, pensó con propiedad. Y en vista de, decidió ofrecerle una sonrisa amable para que se tranquilizara. Y el heredero Kimura no era asiduo a sonreír, irónicamente.  

─Señor, tiene una llamada importante. Conteste el Den-den mushi, por favor ─Jügram asintió y tomó el aparato. Contestó y recibió apropiadamente a quien se encontrara al otro lado de la linea. Y se trataba nada más y nada menos que en un informante directo del G-1.

La noticia: Vykos había sido asignado, bajo la recomendación propia de varios marine reconocidos, para convertirse en un Capitán.

El Grand Line le esperaba finalmente con los brazos abiertos.


[...]

El magistral fuerte de Marineford se veía no muy lejos. Vykos le observaba con añoranza y mientras más se acercaba el barco a la zona para desembarcar, mayor era su expectativa con respecto a lo que allí podría encontrar. Se sabía que esa zona era, sin lugar a dudas, el lugar donde se concentraba la mayor cantidad de prospectos, con la intención de avanzar en su camino dentro de la marina para poder surcar algún día las misteriosas corrientes del Grand Line. Era una oportunidad que el joven de cabellera amarilla no podía dejar pasar.

Aprovecharlo a toda costa, por sí mismo y por la memoria de la familia que una vez tuvo.

Lo más difícil fue despedirse de Jügram. Ambos eran demasiado reacios, tan parecidos que daba miedo, y uno veía en el otro demasiadas similitudes. Se podría decir que el capitán fue el padre que le fue arrebatado a Vykos y eso desde luego se lo agradecería eternamente. Así pues, el hombre extendió su mano y su pupilo la estrechó, culminando a través de tal gesto la primera etapa de su vida como Marine. Ahora estaba sólo, ahora tendría que encontrar su propio camino y a sus propios compañeros. Pero Jügram sabía que no le sería difícil, después de todo... Vykos estaba hecho para ser un líder.

Finalmente, el joven abandonó el navío y se sumergió en nueva tierra inexplorada. Fue recibido por un comodoro a cargo y este le instó a que cargara sus pertenencias a fin de mostrarle el lugar de estadía que ocuparía en el cuarte, todo mientras asentaba sus bases personales como nuevo capitán. Incluso le presentó a otros de mismo rango y le introdujo su propio nombre a los grupos de novatos presentes en los interiores del lugar. Kimura Vykos era ya oficialmente un capitán de la marina. De cualquier forma, aún era demasiado pronto como para jactarse de ello. Era sólo un puesto más, y aún quedaban demasiados escalones para ascender. Así que educadamente compartió con sus compañeros y comenzó a socializar con algunos, siempre teniendo en cuenta las diferencias que pudieran suscitarse según las jerarquías, aunque sin transmitir alabanzas ni superioridades que pudieran catalogarle como un soberbio de categoría.  

Sabía que entre todos los presentes, estaban las personas indicadas para su futura tripulación. Ese era su objetivo más inmediato. Así que  no perdía nada con conocerlos bien, al menos a los que le resultaran más interesante que otros.